no figura en la nómina celeste. Ya en su momento me pareció improbable que precisamente él, provisto de un catalejo prehistórico y no más largo que una... que una... en fin, no muy largo --acabé diciendo porque sólo acudían a mi mente metáforas inapropiadas--, hubiera hecho semejante descubrimiento, sospecha que se acrecentó al decirme él que la estrella en cuestión se desplazaba a velocidad de liebre. Con menos ciencia pero más actualizada información, infiero yo que lo que el