lo la viuda del cantante asesinado- desencadenase una furibunda reacción de feminismo. Nada me extrañaría que esas fotografías -infinitamente más ultrajantes para la llamada condición femenina que la estatua con que Bernini, en la peor tarde de su vida, infamó la memoria de nuestra buena madre Teresa de Avila- desatasen una nueva oleada de castraciones forzadas y violentas como las que ya se han producido en estos años de atrás por mano de algunas bandas de feministas enragées, cuyo sangriento extremismo sigue