por tanto, relativa, o sea, no necesaria en un sentido omnímodo, al par que los contendientes se revelan libres y a salvo con respecto a ella, exonerados del papel de antagonistas que en el seno de ella se les imponía. Es justamente esta libertad, esta inmunidad, lo que en el protocolo de darse la mano antes y después se afirma y representa. Cuando la guerra sube a combatirse a los eternos collados celestiales de la universalidad aspira acaso a