le ). La altura, y sobre todo la altura vertical y dominante, provoca los impulsos autoafirmativos del espectador, como si el orgullo de éste se sintiese incitado a subrogarse en el simbólico orgullo de la altura y, en consecuencia, movido a apoderarse de ella y poseerla. La prehistórica devoción por los lugares altos, por las elevaciones señeras y escarpadas, ha sido siempre un culto fetichista que implica probablemente una llamada a los deseos de autoafirmación y tal vez a