, pero muy pura. Una luna bruñida y helada blanqueaba las montañas, la superficie inmóvil del lago, dando un aspecto lecho- so a arboledas y matorrales. Seguía afectado por el desasosiego que le produjo la disputa. Volvió a reparar en aquel estúpido afán suyo de continuar la inacabada carta a Francesca, una carta que era inútil concluir y mucho más enviar a su destinataria. La polémica en torno al Arte le hizo reparar en su extenso poema, que tampoco acababa de