ladraban los perros en el ocaso mientras la gruesa y espaciada lluvia comenzaba a caer mansa y jugosa sobre la yerba, entre los matorrales. »Bajo la luz amarillenta de las velas no sabíamos por dónde comenzar la limpieza, así que preferimos arreglar apresuradamente el dormitorio y salir otra vez a ver cómo la noche caía sobre el bosque; el bosque que se alzaba entre el pueblo y nosotros. Sobre él ascendían los humos de las casas; las casas que no lográbamos ver,