dejaba claros los apetecidos contornos del «tú y yo». Y si la interesada, por timidez, torpeza o amor propio, no hacía las maniobras necesarias para quedarse la última cuando entraban en la fila de butacas correspondiente, corría el peligro de que otra amiga se aprovechase del privilegio de tener sentado a su lado al «acompañante» durante hora y media. Y aquello podía propiciar en ambos el nacimiento de emociones de consecuencias imprevisibles. Aunque apenas se rozaran los
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CORRERIII - Pasar peligros, aventuras, o cierta suerte