sangre, digno del territorio mágico acotado por los deditos del niño. Esta noche del Sur encendida en Milán para ellos solos. Ellos tres: raíz, tronco y flor del árbol Roncone. En los dormidos labios del viejo se ha posado, como una mariposa, una sonrisa: la idea que aleteaba en su corazón cuando le envolvió el sueño: «¡Grande, la vida!» Anunziata rezonga por el pasillo. «¡Qué hombres! ¡No se les puede