tras de oírle un rato con impaciencia, se niega a dar precisiones y acaba levantandose cortésmente, mientras anuncia el envío a domicilio de su informe, con las prescripciones y el tratamiento. Ante aquel viejo, la eminencia ha preferido prescindir de su habitual discursito esperanzador, limitandose a saludar muy efusivamente a su colega Andrea y con estudiada campechanía al paciente, despidiendoles en la puerta de su despacho. A la salida, Andrea no sabe cómo empezar, pero el