en el Palazzo Reale, ya sabíamos que Karl iba a sonreír mientras retorcía sus rubios bigotes y a acompañar sus sonrisas con un sinfín de ironías sobre aquel movimiento artístico que al exaltar la velocidad, el maquinismo y las ametralladoras, pretendía comerse el mundo. Es verdad que Karl no dejaba de mostrar su admiración hacia determinados cuadros de Severini o de Boccioni, pero dejaba caer sus más refinadas malevolencias sobre los ilusos postulados del Manifiesto de Marinetti y de sus acólitos. Este tipo
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COMER.4 - (Comer(se) el mundo Locución) Dar muestras o hacer alarde de grandes ímpetus