, pero dejaba caer sus más refinadas malevolencias sobre los ilusos postulados del Manifiesto de Marinetti y de sus acólitos. Este tipo de reparos no impedía que, al día siguiente, acudiéramos juntos a contemplar la exposición. Al final todos acabamos condenando el desenlace político que tuvo aquel arte tan osado como peligroso. »Recordarás también, Francesca, que a veces Karl y yo formábamos frente común al tratar algunas cuestiones o temas que a los italianos os apasionaban de forma especial. Detestábamos en