lalo tenemos por qué ser idénticos a los de hace unos años. No tenemos por qué serlo, y la prueba rotunda es que no lo somos. A principios de la década de los sesenta, toda jovencita que se tildara de moderna devoraba la traducción española de un libro publicado en Francia en abril de 1949 por Simone de Beauvoir, la compañera de Jean-Paul Sartre. Se titulaba El segundo sexo, y la cosecha de su lectura coincidía con el auge de la