El suyo era un movimiento casi imperceptible, casi mullente, sobre el suelo. Las yemas de los dedos. Olor a polvo. No te duermas. Estos malditos párpados. Cruzó sus ojos y atinó a ver, anchas como canalillos, las líneas de juntura de las pequeñas tablas. Alza la cabeza, sigue los ángulos rectos del encuentro entre las piezas. Estás en el suelo. Es el suelo de tu casa. El vestíbulo. El olor a polvo entró por la