se él rodaba por el suelo, pareció que el coche, una vez recuperada la dirección, vacilaba antes de retomar el sentido de su marcha. El hombre, que se había puesto de pie con la misma presteza con que rodara para alejar el peligro, aparecía lívido. --Es la muerte, que ya viene tras mis pasos --creyó decirse mientras seguía la estela del automóvil en la oscuridad.