los el único movimiento en un gesto impasible, en la quietud del cuerpo. Sin embargo, el hombre piensa, rodeado por las sombras de la madrugada. Piensa en ella, en la amiga querida, y la mente se niega a avanzar un paso más; el camino está cerrado y sólo permanece en su cerebro la imagen riente de ella --la risa que conoció durante años-- sonando como un disco rayado sobre el mohín divertido, para él clásico y agraciado, de