Cuando viajaba en autobús, bien en fechas señaladas o, más comúnmente, en las excursiones del colegio, solía pasar las horas muertas mirando por la ventanilla --era un asunto decisivo conseguir un asiento junto a la ventanilla--; le atraían sobre todo las casas y los edificios pegados a la carretera --más las primeras que los segundos-- y se preguntaba siempre quiénes vivirían allí asentados en aquel lugar y viendo pasar continuamente a la gente en una u otra dirección, ellos fijos