Escuchaban a Atahualpa y ella decía siempre: --Guitarrita del tiempo, en tanto los dedos del viejo cantor trazaban las emociones donde se iban asentando sus pensamientos. ¿Había muerto aquel tiempo con ella? No. Eso era terrible. No había muerto con ella. --Guitarrita del tiempo --decía--. Nos moriremos y seguirá tañendo. Estaba atravesando una mala racha. Se lo confesó en el taxi, camino de su trabajo, con esa conciencia de lo irremediable que tradicionalmente