en el vientre de un monstruo, ella esperaba el beso liberador de su hija... (Desaparece por el lateral izquierdo y la luz se extingue en la calle, al tiempo que se ilumina la vivienda con tibieza de atardecer. Apenas resta claridad en los vidrios del ventano y ROSA, ensimismada, descansa en el sofá con un libro abierto, en el que ya no lee, sobre el regazo. Colocada verticalmente, hay ahora en el aparador una carta cerrada en la que