en la ola de auténticas revueltas populares, las élites de revolucionarios profesionales han confiscado y pervertido las legítimas aspiraciones de sus pueblos. Ya en el poder, han instituido como único modus fasciendi la guerra ideológica. Marx creía que el socialismo acabaría con la guerra entre las naciones; los que han usurpado su nombre y su herencia han hecho de la guerra la condición permanente de las naciones. Su acción, en el interior, es despótica; en el exterior, invariablemente belicosa.