selo que semejante ocasión no se presenta dos veces en la vida humana? Todo fue inútil. Mis intentos de conseguir como aliada a doña Salomé fracasaron. Para ella, como para Abreu, las ceremonias oficiales eran frívolas, y aburridas. Admito que tenían su personalidad, pero yo tenía la mía; sin entrar en explicaciones, pedí a Abreu un frasquito de su tónico. --Ahora se lo llevo personalmente --dije. Así lo hice, y esa noche volví al