las causas del odio y la maldad. En primer lugar porque en las mujeres el conocimiento analítico puede perturbar las finas arterias de su feminidad,33 y además porque una pregunta como ésa hubiera lindado escabrosamente con un terreno que en la postguerra convenía esquivar: el de la lucha de clases. Con tan pobre referencia, pues, como la del color de los ojos de un hombre que se cruzara por su camino, se daba por supuesto que la jovencita que salía del invernadero tenía la