estar en plan» a ser novios, y ellos presumían ante ellas de «no dejarse cazar». Firmaban cuentas a nombre de papá, hablaban mucho de coches y de motos y encontraban anticuado llamarse Carmen o Pedro, preferían apodos menos distintivos del propio sexo, como por ejemplo Chú y Polito. Acerca de estos arquetipos de la generación topolino, los antagonistas de Julita y Abelardo, alguien, que se sentó a tomar un aperitivo cerca de ellos cierto día de