declaraciones, se iniciaba el éxito de una novela, Nada, que, a pesar de estar escrita por una mujer, significaba la antítesis de lo «rosa». Pero el análisis de la repercusión del texto de Carmen Laforet nos alejaría mucho del propósito de este trabajo, ya demasiado ramificado de por sí. Lo que intento dejar insinuado de momento, es la ambivalencia que presidía los criterios de selección seguidos para encauzar en la postguerra la tendencia femenina a alimentarse de literatura