sese a él, de la misma manera que en la primera edad recelaba, aunque a veces con cierta envidia, de los juegos callejeros de sus hermanos, demasiado violentos, y de aquellas conversaciones sobre «cosas feas» que los aislaban en un mundo de difícil acceso y reglas excluyentes. El papel de explorador de lo desconocido y de incitador a la transgresión se le había asignado al varón desde la infancia; y con la prohibición de la enseñanza mixta lo que se