, por encima de todo, están los valores de la Religión y del espíritu. Los altibajos posteriores de aquella comunidad de intereses entre Franco y el Vaticano podrían compararse a las sordas desavenencias conyugales de tantos matrimonios de la época, condenados a aguantarse mutuamente y cuyas relaciones, nacidas al calor de un entusiasmo retórico y fugaz, estaban basadas en el desconocimiento del aliado. Es bien sabido que Franco era, sobre todo, un militar ambicioso, decidido y sin escrúpulos de