, pendientes de reojo de las posibles libertades de los danzarines. Y eso contribuía al encogimiento. La noche, adjetivada de sensual, tibia y tropical en la letra de los bole y foxes lentos a cuyo son se bailaba, no concedía su borrachera de aventura más que a los que transgredían sus umbrales sin miedo. Y perder el miedo a dejarse llevar por el ritmo que la música imprimía en el cuerpo y por los efluvios mismos de la noche era lo que más