nos el techo, el estrato máximo, supremo, el éter exterior de todos los órdenes de relación posibles, repugnando hasta la idea de que cupiese alguna instancia humana que, rebasando y subsumiendo todo antagonismo, permitiese a dos generales enemigos guardarse cortesías. Si ni aun la humanidad más indeterminada y más genérica, la humanidad en su sentido más universal, sobresalía por encima de la causa y de su antagonismo, ello no podía decir sino que la causa misma concernía a