la magna exposición dedicada al Futurismo que acababa de inaugurarse en el Palazzo Reale, ya sabíamos que Karl iba a sonreír mientras retorcía sus rubios bigotes y a acompañar sus sonrisas con un sinfín de ironías sobre aquel movimiento artístico que al exaltar la velocidad, el maquinismo y las ametralladoras, pretendía comerse el mundo. Es verdad que Karl no dejaba de mostrar su admiración hacia determinados cuadros de Severini o de Boccioni, pero dejaba caer sus más refinadas malevolencias sobre los ilusos postulados