lo el hado funesto le había señalado con el dedo. --De la misma manera que un cáncer o un accidente de coche; sin embargo, no me va a ayudar a morir y yo no tengo valor para ello. Bien lo merezco, sí, lo merezco, ¿qué más puedo decir? --hablaba libremente y en voz alta, otra vez andando--. En una situación como ésta es cuando descubres que todo vale, lástima saberlo ahora: ¡Tantas