misa, y todos se abrazaban y hablaban en corros. Después alguien abrió la portezuela trasera del haiga y apareció, desde dentro de la casa, un cajón que portaban varios hombres y que introdujeron entre bamboleos en el coche. Entonces reparó en los monaguillos vestidos de blanco y negro y luego en el cura y en la alta cruz y dos o tres gotas de agua más vinieron a golpear el cristal. El niño empezó a expeler aliento sobre él y pronto la mancha de