y en las nalgas impele un cambio de postura. Perezosamente junta las rodillas y las lleva al suelo para apoyarse en ellas. Entonces arquea la espalda y agita los hombros varias veces. Todo su cuerpo está entumecido y él mismo reacciona con dificultad en el espacio que le acerca al televisor, ante el que su aspecto se difumina tanto como la ya precaria luminosidad de la pantalla. Mira a derecha e izquierda, echa la cabeza atrás, restriega la cara con las manos