vacía. Pero el viudo se defendió hasta el final de la partida. Al cabo de tres noches, ya mejor preparado, Bayardo San Román volvió a la mesa de dominó. --Viudo --empezó de nuevo--: ¿Cuánto cuesta la casa? --No tiene precio. --Diga uno cualquiera. --Lo siento, Bayardo --dijo el viudo--, pero ustedes los jóvenes no entienden los motivos del corazón. Bayardo San Román no hizo una pausa para pensar.