habituales de bienvenida o despedida, más extenso este último por la costumbre del servicio a la antigua de recibir la propina directamente en la mano en vez de recogerla de la mesa tras la retirada del cliente. La tenacidad con que evitaba pronunciarse respecto del despego paulatino de la clientela hacia una comida decente a precio razonable era casi melodramática; el camarero, siempre añadiendo un gesto desdeñoso a su afligido semblante, se limitaba a comentar a sus espaldas, mientras le ayudaba a