que sólo un lector paciente, con gustos de aventurero y etnólogo, sería capaz de armar. Acomodado en la carrocería maltrecha del automóvil, llenarás página a página tu sobado cuaderno de signos cabalísticos hasta llegar al final. Cuanto has transcrito reproduce únicamente las pintadas que divisas desde tu asiento y lamentarás carecer de medios y de tiempo para proseguir tu labor. Cerca de ti, escurriéndose entre los residuos aún humeantes de los incendios y las barricadas solitarias, desfilan individuos de origen incierto