y mentales sin ninguna clase de inhibición? Encogido, con los bajos de la gabardina prudentemente doblados, pero sin quitarse el sombrero ni en tan apurado trance, el polifacético memorialista y redactor del Sentier reproducirá una vez más, mientras puja, su obsesivo y amenazador Manifiesto: Después de varios siglos de cómplice y cobarde silencio sobre el genocidio del pueblo oteka, exterminado por las hordas tártaras, con la connivencia del Celeste Imperio y otras potencias asiáticas, hemos decidido pasar a la