oye volar a un mosquito y tres moscas: guardias municipales en uniforme de gala y chascás gloriosamente emplumado están depositando el ataúd sobre el embaldosado de mármol. Con gran solemnidad, conscientes de la trascendental importancia de sus gestos y movimientos, proceden a retirar las clavijas y puntas que aseguran el cierre de las esquinas reforzadas de la caja. Cuando al fin abren ésta y levantan la tapa, sus rostros reflejarán al punto una mezcla de incredulidad y desconcierto. El maestro de ceremonias se