sólo lo estrictamente indispensable al aseo, una muda de ropa, un pequeño cesto de provisiones y, como aúlla por enésima vez el altavoz en este preciso instante, mi firme resolución de ser útil y obedecer sin rechistar a las órdenes y decretos de mis salvadores. ¡QUE VERGÜENZA! Mientras la proclamación de la ley marcial en Varsovia barre brutalmente, de un plumazo, la noble aspiración popular a un socialismo justo y humano, nuestro héroe se lima egoístamente las uñas. Mientras