africana. Pero el Gran Bang no empezó, como suponía, en el vetusto chalé romántico de la Bonanova donde le parió su madre: la diminuta esfera terrestre en que gira alrededor de un astro local y a la postre insignificante no merece desde luego ninguna atención particular ni trato privilegiado; su país, el país del que, como decenas de millares de coterráneos, había escapado un cuarto de siglo antes tampoco es la viga maestra ni el ombligo de la Creación. Si cada