de la parte denigrada. A lo largo de los años cuarenta, nuestro país, tercamente encastillado en la altivez de sentirse diferente, y proclamando a los cuatro vientos que no necesitaba limosna de ateos y masones, aunque se estuviera muriendo de hambre, daba poco pie a relaciones cordiales. En algunos textos de entonces, la jactancia del «pobres pero honrados» adquiere tonos fanáticos, mitad de esperpento, mitad de rabieta infantil: Que sea español nuestro amigo y nuestro
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MORIR.3 - (Fig.) Experimentar [un sentimiento o una sensación] de forma intensa.