no seas tú la que dé el primer paso. El primer paso tenía que darlo siempre él, ya lo hemos dicho. A ella le correspondía la delicada misión de incitarle a que lo diera, pero sin que se notara. Procura, sin que «se te vea la antena», dejarle caer la sugerencia de que te escriba. Pretextos no han de faltarle. Si él vive en un pueblo, interesate por su agricultura, sus conejos