país se volvió cada vez más imposible, porque se daba cuenta de que ahora huía en sentido contrario al que debía. Un día de madrugada, empapado de rocío, vio alzarse el sol tras las murallas etruscas de Monteoscuro y deseó huir definitivamente hacia donde nacía aquel sol, hacia Oriente, hacia la anhelada luz de un conocimiento absoluto que le había deslumbrado en su adolescencia. Ahora se encontraba a medio camino, había hecho un alto en un apartado balneario de los Balcanes