ausencia de su dueña, se había arrimado al único ser que deambulaba por aquellos parajes. La presencia del animal volvió a avivar en Jano el recuerdo de la muchacha, la sensación de aquella mejilla tan tersa y ardiente que le había derrotado bajo las enormes ramas semidesnudas de los chopos. La pasión, la pura pasión, parecía volver a abrirse paso en sus venas. La pasión que había sido cortada de tajo un día en un manicomio de los alrededores de Milán.