ver, pero que por medio de aquel humo intuíamos. Del campo emanaba un aroma fresco, fuerte y agrio que se mezclaba con el perfume más suave de las grandes rosas blancas y rojas del abandonado jardín. ¿Qué fantasmas pretendíamos alejar de nuestros cerebros --de nuestro amor-- en aquel apartado lugar? ¿Por qué aquellos regresos del pueblo a casa bajo la tormenta --en ocasiones de noche, con el cielo sembrado de relámpagos-- resbalando por el estrecho camino embarrado y