abiertamente al oír los avisos de reconvención de las personas que nos acompañaban en la sala, las invitaciones al silencio, que en seguida utilizamos como excusa para salir y continuar afuera nuestra conversación. Volví a pensar en los muchos tesoros que albergaba aquel edificio. Por cifrarlos en uno solo, recordó la edición de Virgilio que había pertenecido a Petrarca, anotada por el poeta y llena de miniaturas de Simone Martini. Pero había a mi lado una presencia que anulaba el carácter fertilizador