«colaboracionismo del poder eclesial» y a la atmósfera de «tumba y de reacción» que se respiraba en aquel lugar. Marescu no decía palabra, pero comenzaba a enervarse mientras ella continuó su exposición allá donde el guarda la había abandonado, para negar en bloque todo el pasado y para hacer un enfervorizado canto al futuro, «a la nueva sociedad del futuro». Marescu no tardó en replicarle para decirle que sólo en lugares como aquel en el que se