cara hay esperanza y emoción. Sus ojos se detienen en el retrato de CARMELA. Se sienta sin dejar de mirarlo y abre el cuaderno. Repasa unas líneas: vuelve a mirar la foto. De codos sobre la mesa, cruza las manos, reflexiona. Se pone a escribir. Durante unos segundos, la viveza de la luz azul crece en la ventana. Abstraída, detiene ella su bolígrafo. Muy débil y tierna, se oye la voz de una niña.