se!... ¡Pobre Brunettino mío!» Ya de noche, mientras cuida al nieto durante la cena del matrimonio, el viejo dialoga en pensamiento con la palidísima frente sobre las mejillas arreboladas: «Sí, niño mío; ellos comiendo tan tranquilos mientras tu cuerpecito es campo de batalla; tu sangre contra el mal, a vida o muerte, ¿cómo serán capaces?... Pero dejalos, no estás solo. Tu padre no manda en casa, tu madre te