no se comía los bollitos de la abuela. El niño obedeció y su madre, mientras encendía un cigarrillo, comentó con una sonrisa tenue que él había sido siempre un infeliz. «¿Mi padre un infeliz?», Mercedes expulsó lentamente el humo por la nariz y añadió: «Hasta para morirse fue un infeliz. Sin comerlo ni beberlo me encontré viuda y con una criatura de cinco meses en la tripa... ». Miguel la miró perplejo un