el hijo que nunca me he decidido a tener. Me inquieta confesar que he perdido la más gloriosa recompensa concedida a mi sexo. Lo he hecho y me duele, pero no me arrepiento. Ha sido un empeño lúcido. He deseado tanto ser libre y dueña de mí misma... No he querido dejarme arrebatar lo único que tengo, mi libertad, mi independencia, el derecho a vivir y morir como yo quiera. Un hijo significa la pérdida de ese derecho.