desde un cielo sin nubes a la tierra, y Julián adivinó que al otro lado de la casa, hacia el Oeste, una explosión de rojos estallaría sobre los campos amarillos. --No sé... --dijo Genoveva. Y pareció dudar por un instante. A esta hora, en la isla, cuando el sol se escondía por Es Vedrà, los tres brindaban, David y Annick y Julián, por el día vivido. «Ganado», aseguraba Annick. «Perdido